Las tecnologías atraviesan de forma transversal, los procesos productivos, las relaciones sociales, los procesos educativos, la construcción de poder y todas las interacciones que realizamos las personas entre nosotras y con el medio en el que vivimos.

Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos, es que la tecnología, está al servicio de la reproducción del capital y ha transformado la avanzada actual del capitalismo, sobre el control total de la sociedad, producto del extractivismo de datos y la gestión del tiempo y los deseos mediado por las redes (anti)sociales.

Por otra parte, la tecnología, en tanto mercancía, está al alcance del que tenga los medios materiales para comprarla, y no de quienes tenemos las necesidades vitales de utilizarla. En esto radica otro gran problema al que nos enfrentamos: la necesidad de una tecnología con perspectiva social y solidaria, y que habilite derechos.

Las tecnologías encarnan en su génesis un modelo de mundo, no son neutrales, ni en su diseño, ni en el impacto de su aplicación, por el contrario, configuran fundamentalmente desde su diseño y desde el impacto práctico de su uso, una concepción de la sociedad que buscan reproducir. Por eso no alcanza con utilizar con nuevos fines las herramientas diseñadas para la reproducción del capital, no es el contexto social el que limita a las tecnologías, sino justamente lo contrario, las tecnologías se diseñan sobre el imperativo de producir, vigilar y castigar.